Periodismo y VIH: un desafío pendiente

Por Leonardo Moggia Narváez.

A pesar de los avances que han existido en la medicina en los últimos años en torno al VIH/SIDA, los medios de comunicación, muchas veces se encargan de continuar desarrollando discursos poco alentadores para  las personas VIH positivas.

De un tiempo a esta parte el VIH, ha sido catalogado por la medicina como una enfermedad crónica.  Una serie de medicamentos y avances por parte de la ciencia, han permitido que las personas que viven con este virus puedan desarrollar una vida normal, apoyados por una batería de remedios, que permiten mantener el virus a raya, las defensas en buen estado y consigo el desarrollo de una vida en completa normalidad.

Las personas que poseen el virus, pueden desarrollar deportes, una vida sexual activa, una profesión exitosa, una paternidad responsable, una vida social normal e incluso un estilo de vida más saludable que cualquier otra persona carente de esta condición. Sin embargo, la estigmatización social sigue existiendo, siendo los medios de comunicación, en muchas ocasiones, catalizadores y contribuidores para la generación de visiones de mundo excluyentes.

¿Por qué se produce esta estigmatización?, ¿porqué no discriminamos a los enfermos de cáncer o a las personas que padecieron la gripe porcina? ¿Cuál es la diferencia? Al parecer nos hemos  encargado de resaltar las formas de contagio del VIH, como actos perniciosos, propios de personas que llevan una sexualidad desenfrenada o un constante  abuso de alcohol y drogas,  siendo entonces la tenencia del virus,  una consecuencias sine qua non  de esta vida de descontrol y por lo tanto castigo divino a este camino de perdición.

En algunas ocasiones,  los discursos en torno al VIH, pareciera que pretendieran generar barreras diferenciadoras, entre los normales y los que padecen el virus, los ajenos, los afuerinos y quienes pertenecen al grupo social predominante de los sanos.  Estos discursos generalmente resaltan los casos de contagios en trabajadoras sexuales, homosexuales u otros grupos denominados “marginales”.  Esto lo único que ha conseguido es contribuir a aumentar la percepción del VIH/SIDA como una enfermedad lejana, de otros, que no tocará mi puerta ni tampoco la de mis cercanos.

Este modelo de discriminación no sólo está presente en el desarrollo de discursos entorno al virus del SIDA sino en muchos otros, en donde existe una victima, el diferente y un victimario, el “normalizador”. Este fenómeno no es nuevo, durante muchos años se discriminó a las personas que padecían de tuberculosis, enfermedad cuyo registro data de más de 20.000 años de existencia, se consideraba una enfermedad propia de personas ruines, que carecían de buena alimentación, abrigo y condiciones de higiene.

El tema no es menor, es por esto que la ONUSIDA , ha desarrollado un glosario con terminología apropiada para hablar del virus, las personas que lo portan y  sus formas de transmisión.  Sin embargo, muchas veces podemos notar que este tipo de iniciativas aún no poseen el eco suficiente. Un dato que me parece relevante, es por ejemplo, que se tiende hablar de SIDA en vez de VIH, cuando nos queremos referir a este último y no al primero. Una persona que porta el virus, se le denomina VIH positiva, el virus es el del VIH (Virus de Inmuno Deficiencia Humana), mientra que SIDA es una condición medica provocada por el virus (Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida). La diferencia, no es menor, portar el virus del VIH, no es lo mismo que desarrollar un cuadro de SIDA. La distinción radica en que una persona que es VIH positiva puede desarrollar su vida en completa normalidad e incluso  nunca desarrollar SIDA. El Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida –SIDA-   lleva a la persona a padecer de una serie de enfermedades oportunistas a partir de sus bajas defensas, después de un prolongado periodo de tenencia del virus y probablemente de una adhesión poco efectiva a la terapia. Es curioso, entonces,  que los medios privilegien este término por sobre el de VIH, pareciera más alarmante y castigador hablar de SIDA que de VIH.

Durante el año 2008 pudimos ver como, a partir del escándalo de casos de VIH no notificados del Hospital de Iquique en Chile, el virus ocupó durante varios meses las páginas de diarios, noticieros de radio y televisión de nuestro país,  siendo uno de los  temas más controversiales el derecho a la confidencialidad de los portadores.

Esta situación, poco feliz, para el sistema de salud chileno y más aún para sus afectados, puso en antesala el comportamiento de los medios de comunicación para enfrenar este tipo de noticias y encontrarnos ante una sociedad aún muy discriminadora  y estigmatizadora, con titulares poco afortunados y desalentadores como: “Iquique un buen lugar para morir”, “Hombres muertos caminando” y frases como “A ratos Iquique no parece Chile”

Este tipo de información, lo único que logra es contribuir a disminuir la percepción de riesgo por parte de la población en torno al virus y fortalecer percepciones, actitudes y comportamientos estigmatizantes.

La confidencialidad en los procesos de atención de los portadores de VIH, al parecer es un tema importante.  ¿Sabía usted que en Chile, existe una Fundación, que contempla dentro de sus programas  un sistema de protección para VIH positivos, de entrega de medicamentos y toma de exámenes a personas públicas, que por ser reconocibles “no pueden” acudir a un consultorio o una clínica para recibir atención?.

Pareciera que aún no estamos preparados para aceptar esta enfermedad y menos en condiciones de condenar a las personas que deciden no transparentar públicamente su condición de portadores.  El tema da para mucho, sin embargo, lo que sí debemos tener en cuenta que a diferencia de nosotros,  ninguna enfermedad discrimina.

, , , ,

  1. Deja un comentario

Deja un comentario